sábado, febrero 23, 2013

La falla de tener de todo

Los años pasan en la ciudad y a veces notamos como si esto no sucediera, de aquellas buenas cosas que de niño disfrutamos tal vez puedan quedar pocas, es la ley de la vida, todo cambia, todo se transforma... Pero muchos de los malos recuerdos de niño siguen presentes, hay cosas a las que parece que el tiempo no les pasara o si les pasara las empeorara, es el caso tal vez de las cultura ciudadana, de la seguridad, de la movilidad, Santa Marta una ciudad con todo para crecer y en la que el debate son los toques vallenatos del gobernador con el alcalde. En la que la voluntad de unos pocos ciudadanos pueda jalonar el progreso, y en la que su esfuerzo por recuperar calles que anteriormente eran olvido y desecho se convierte en risa de unos pocos des adaptados porque al día siguiente de pintar o limpiar las paredes, aparecen los bandalos a dañar lo que no les cuesta, y aquellos que no sufren pos su ciudad.
Con todo y con nada, es a lo que nos hemos acostumbrado, vivir en donde creíamos que era mágico  macondiano, pero que en la realidad no tiene nada de ensueño, no hay organización ciudadana, el samario no despierta ante los garrotazos que le dan sus gobernantes, unas playas que de a poco cambia de color, y que de aquel azul majestuoso se ha ido tornando azul sulfuroso como diría el chiste del negrito. Pero ojala, que por lo menos el sacrificio de perder el mar, a cambio de carbón representara crecer a la ciudad o al departamento, pero esto no es así, inversión en calles no hay, no se invierte en la recreación de los niños, la educación de la ciudad ni que decir, o que tal la pelea que se siempre caza el alcalde de turno para subir a sus amigos en la ESE y en los puestos de salud. Y ya como Colombianos, estamos tan acostumbrados a que nos roben de frente, que esto es normal, que la seguridad y percepción de esta no se siente, a medida que pasan los años se sufre la inseguridad en mayor medida.
Una ciudad que no cuenta con escenarios deportivos de nivel, en la que los deportistas emigran a otras ciudades por la falta de apoyo, ni si quiera la empresa privada aporta al deporte del departamento, ni mucho menos al de la ciudad.Y en la que para rematar nos plantean el cierre del estadio, por falta de mantenimiento hace 60 años, y en la que aplicando la ley de salida fácil se recurre al cierre del viejo Eduardo Santos, escenario este que cuenta con el apellido del presidente de la República y de quien fue vicepresidente y que prometió al mejor estilo de su jefe de turno, pero que nunca vimos realmente hechos concretos. Resulta mas curioso aun, que precisamente en esta ciudad que no cuenta con canchas de nivel ni un estadio decente, nos hartemos de decir que es la tierra del tigre de Santa Marta, o la del Pibe Valderrama, y en la que no hay sentido de pertenencia por su equipo de futbol. En cuestión de cultura se empieza a despertar con la remodelaciòn del viejo teatro Santa Marta, y a la cual se le hizo un gran despliegue mediático al momento de comenzarla, pero de la que no se conocen resultados a la fecha, aunque esperamos que esto sea cuestión de tiempo.
Decía un escritor francés que “el deporte delega en el cuerpo algunas de las virtudes más fuertes del alma: la energía, la audacia y la paciencia” y en esa medida los éxitos deportivos adquieren por un lado el carácter de símbolo para la sociedad a la que representan y sus deportistas constituyen generalmente un ejemplo para el resto. Pero el éxito de nuestros deportistas sin duda se ve cercenado porque detrás de su esfuerzo no existe un grupo de gobernantes serios, que sin hablar trabajen y muestren resultados, o que un séquito de lambones defienda siempre aun cuando saben que no tienen razón   A ese grupo de dirigentes es al que exhorto a hacer mas obras y menos toques vallenatos, y mojar menos prensa haciendo anuncios, porque en 60 años los samarios ya nos hemos acostumbrado a que esta no es la ciudad con la magia de tenerlo todo, sino la ciudad en la que la falla es tener de todo.


Perlas:
- Insisto en la incapacidad e impotencia que sentimos ciudadanos de bien, a los cuales nos toca recurrir a acciones de tutela para defender nuestros derechos, porque algún idiota no hizo su trabajo bien, o porque una secretaria de entidad publica se cree la dueña de la ciudad y de la verdad y los demás vivimos arrendados. Ojala algún día, al ciudadano de bien no le toque recurrir a esto para que sus derechos se respeten y no se vean vulnerados por la inoperancia de nuestro sistema gubernamental.

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