martes, julio 07, 2020

Cronica de una muerte anunciada

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había tenido un sueño que hacia parte de lo que siempre soñaba, había dormido mal y despertó con dolores de cabeza. Así de esa forma inicia una obra magistral y clásica de la literatura latinoamericana del premio nobel Gabriel García Márquez. Existen en la vida tragedias anunciadas, muertes conocidas por todos como las de Santiago Nasar, y sin embargo el olvido al que sometemos a quienes resultan incómodos o molestos no lo visibilizan, sino al momento de su muerte.

 Lo que ocurre en Tasajera es el fiel reflejo de la desidia y el olvido estatal de un pueblo que se ha convertido en parte del paisaje entre Ciénaga y Barranquilla, viajar por la troncal del caribe y ver casas de tablas, basuras por las calles, niños pidiendo dinero, tanques pidiendo ser llenados por agua y un pueblo carente de toda oportunidad es lo que vemos cada vez que pasamos por este corregimiento del municipio de Pueblo viejo en el Magdalena, y esto lo asumimos como lo normal. 

 La tragedia que se visibiliza por muertos y heridos, culpa en su mayoría de la imprudencia de un pueblo acostumbrado a pedir, un pueblo que por cosas del destino quedó en la mitad de la vía entre dos capitales importantes de la región caribe, la vía que comunica a la capital del caribe con el interior del país, ahí en la mitad se observa el olvido y se hace fotografía, una fotografía de miseria y tragedia, combinado con el dolor que produce o al que ya nos acostumbramos al ver el paisaje tan deprimente en el que se vive en Tasajera, un pueblo de pescadores que históricamente se acostumbró al ocio, quizás por falta de oportunidades, quizás por culpa de su pueblo o quizás porque les toco estar en la mitad de la nada.

Los muertos de la gasolina en Tasajera, era cuestión de tiempo en que llegaran en  un pueblo que se acostumbró a cerrar la carretera cuando no tienen energía eléctrica, cuando el agua no llega, que aprovechan épocas de fin de año y carnavales justo cuando más movimiento hay en la carretera para robar buses que esperan el pago del peaje. Un pueblo que aprovecha un accidente para robar lo que queda del accidentado, no para auxiliar sino para tomar lo que puedan llevarse y hacer de la tragedia del otro su oportunidad.

 Como dicen los políticos de ahora, todo es culpa de los de antes. El olvido y el hambre no tienen dueños, solo los que se responsabilizan en momentos de llanto y tristeza, hoy Tasajera llora la muerte de 10 personas que salieron a hacer lo que no se debe, robar es un delito sea por necesidad o por gusto, y el destino tenia deparada la tragedia, como la crónica anunciada de un pueblo que vive  en la mitad de la carretera acostumbrado a hacer lo que hicieron ayer una y mil veces, con el infortunio de que al robar gasolina, y no contentos, quisieron robar la batería del camión, seguro antes lo habían hecho con otros carros accidentados, ayer la vida le mostró al país un pueblo sumido en su propia tragedia, un pueblo acostumbrado a hacer lo mismo, solo que esta vez la sonrisa de llevarse el producido del camión accidentado se convirtió en llanto. Llanto del cual nadie se apropia o se enorgullece y que nos muestra que solo en las tragedias se coloca el foco de los medios, mientras tanto sera normal el paisaje al que tanto estamos acostumbrados los que viajamos entre Barranquilla y Santa Marta.




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