jueves, agosto 14, 2025

Eduardo Davila y su junta directiva son de segunda categoría

Escribir del Unión Magdalena es redundar en un equipo que siempre fracasa, un equipo muy querido por Colombia y odiado por quienes ven cómo su dueño y patrón hace declaraciones de lo divino y lo humano. Es un equipo que estuvo 13 años en la B sin asomo de subir a la primera categoría. En el 2018 sube y lo baja su dueño nuevamente; En el 2021 vuelve a subir y su dueño lo vuelve a enterrar en la B. Y cuando creíamos que la pesadilla terminaba luego del ascenso en el 2024, está a punto, con más de pie y medio, de volver al infierno llamado B para jugar en el 2026 donde le gusta a Davila.

El dueño del equipo y máximo jerarca del clan que dirige al Unión fue condenado a 10 años de prisión por tráfico de estupefacientes cuando fue capturado con cerca de 1.900 kg de marihuana en una propiedad en la zona de Bahía Concha en los años 90. En julio de 2012, el Juzgado Primero Especializado de Medellín condenó a Eduardo Dávila a 34 años y dos meses de prisión por el crimen de Carmen Vergara Díaz Granados. Aun así, este asesino condenado se pasea por las calles de la ciudad y viaja por Colombia, da declaraciones ante el periodismo arrodillado de la ciudad, encabezado por viejas glorias que fueron y ya no son, pero que aún tienen la capacidad de darle micrófono a este delincuente condenado. Dávila puede considerarse el peor dirigente del fútbol colombiano hoy día.


Lo que vive el equipo es el reflejo de una mala administración. Les gusta jugar en la B. Cuando trajeron a Jorge Luis Pinto para que nos subiera a la A, pensamos que realmente querían al equipo, pero cuando arman un equipo de tercera categoría para competir en el primer torneo, uno entiende que son miserables y una junta directiva de segunda, en la que todos asienten con la cabeza las órdenes del patrón, asesorado por Carlos Silva, el técnico eterno de Dávila, el que no gana nada, el que subió al equipo a primera con un regalo de Llaneros que no supimos aprovechar. El técnico que habla y dice que no quiere dirigir al Unión, pero que ya tiene dos partidos con un mal fútbol, con decisiones erráticas y con la tarea del dueño de darle los santos óleos para enterrarlo de nuevo en donde les gusta estar: la B.

Eduardo Dávila y su junta directiva son de segunda categoría, la afición no. La afición que tanto quiere los colores es una víctima más de una persona déspota que se volvió un cáncer para la ciudad de Santa Marta junto a su empleado más amado, el que siempre sale al rescate para enterrarlo más en donde siempre ama estar.

No les interesa cambiar la dinámica de perder y las derrotas. El semestre pasado, cuando pudieron darle un timonazo al rumbo que traía el equipo en ocho fechas con Jorge Pinto, quien luego de subir al equipo a la A no supo ganar en primera división, trajeron a Alexis García, un técnico impedido para dirigir en la raya. Aun así, le regalaron 13 fechas para que solo consiguiera una victoria. Así es muy difícil. Decisiones erráticas, una tras otra, de un equipo que parece un cementerio de zombis en la cancha, que no corren, no meten, no tiene esa garra samaria que caracterizaba al equipo de la ciudad. Hoy la realidad es que el Unión Magdalena parece condenado a la B, una segunda división que se pondrá más dura con más equipos a partir del año 2027 y que debería ser el castigo para una junta directiva mediocre, en la que aparece en la foto el Contralor del Magdalena, pero que no toma ninguna decisión porque su tarea en el equipo es más de "pinturita" que de director de orquesta. Son de segunda división, y no es la afición.

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