Llegaron los 500 años de Santa Marta, la ciudad origen, que sigue anclada en el pasado, con los mismos políticos de siempre, ya sea bajo el nombre de familias tradicionales o del nuevo clan que gobierna el departamento: el clan Caicedo.
La hoja de ruta de la ciudad debe apuntar hacia una infraestructura urbana moderna y planificada, con vías de acceso eficientes, mejorando y ampliando las entradas y salidas, especialmente hacia el aeropuerto y el puerto. Se requiere avanzar hacia una movilidad urbana estructurada, con un sistema de transporte público integrado y moderno (no solo buses pintados de azul, como nos dejó Caicedo), con paraderos adecuados, rutas claras y accesibilidad para todos.
Es urgente renovar el sistema de alcantarillado y agua potable. Se deben hacer inversiones en infraestructura hídrica que garanticen el acceso permanente al agua y eviten colapsos por lluvias. Se necesita apostar por fuentes alternas de agua (como la planta de El Curval, pozos profundos o sistemas de captación de agua lluvia), y fomentar una cultura de uso responsable del agua, incluyendo sanciones por desperdicio o conexiones ilegales.
Santa Marta también debe reforzar su sistema de salud. Las clínicas actuales no ofrecen atención de calidad, y quienes tienen los medios económicos terminan buscando atención en Barranquilla, donde el servicio es claramente superior.
En el campo de la educación y el empleo formal, se debe ampliar la cobertura y mejorar la calidad de la educación técnica, tecnológica y profesional. Es clave atraer inversión en sectores que generen empleo más allá del turismo, como la tecnología, la logística o la agroindustria. También se debe promover el emprendimiento juvenil mediante créditos, formación y asesoría.
En cuanto al turismo, la ciudad necesita fortalecer su red hotelera con personal bilingüe, y hacerlo todo apalancado en empleo de calidad para los samarios. Es vital avanzar hacia un turismo sostenible y ordenado, regulando el uso de playas, el manejo de basuras y combatiendo las actividades ilegales. Además, es necesario mejorar la señalización, las rutas turísticas y la capacitación de guías y operadores. El turismo debe integrar activamente a las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas como aliados y beneficiarios directos.
La seguridad y la cultura ciudadana también deben ser prioridad. Se necesita una mayor presencia institucional en los barrios con más conflicto, junto con campañas de convivencia, respeto por lo público y apropiación del territorio. Además, se deben crear espacios comunitarios seguros: parques, centros culturales y escenarios deportivos.
El samario también debe comprometerse con la preservación de los ecosistemas costeros y la Sierra Nevada. Es urgente controlar la expansión urbana mediante invasiones y avanzar hacia una gestión adecuada de residuos sólidos y aguas residuales, especialmente en sectores turísticos o cercanos a ríos y quebradas.
Finalmente, Santa Marta necesita liderazgo político y planeación a largo plazo. Debe superar la inestabilidad institucional y los conflictos políticos crónicos. Es hora de diseñar e implementar un plan de ciudad a 20 años, sin importar quién gobierne. Para lograrlo, se debe fortalecer la capacidad técnica del gobierno local para ejecutar obras y atraer recursos nacionales e internacionales.
Todo un desafío para una ciudad marcada por “los de antes” y los “naranjas”, pero estamos seguros de que, con un liderazgo inspirador, podemos superarlos y avanzar hacia la hoja de ruta que Santa Marta necesita para salir del atraso y dejar de ser, por fin, la tierra del olvido.
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