Luego de tres años de gobierno, parece que finalmente Gustavo Petro ha conformado el gabinete que necesitaba a su medida. Con la incorporación de Eduardo Montealegre como ministro de Justicia, Armando Benedetti como ministro del Interior y el pastor Alfredo Saade como jefe de Gabinete, ha logrado construir un triángulo de figuras polémicas: extremistas, hábiles jugadores políticos y remedos de juristas que funcionan como el soporte perfecto para que el presidente pueda acomodarse con mayor comodidad en el poder.
Armando Benedetti, confeso consumidor de drogas, es un político camaleónico: ha sido uribista, santista y hoy es petrista. No es cualquier “perita en dulce”; se requieren agallas para hacer esos saltos ideológicos, para manejarle la agenda a Petro en campaña y organizarle eventos como el del lanzamiento con la famosa "P" en Barranquilla. Benedetti, quien al principio no se sintió suficientemente recompensado, hoy arremete contra Juan Manuel Santos, a quien acusa de “creerse Winston Churchill, pero en realidad ser un remedo de británico: incompetente, inseguro, dubitativo y el más perverso de todos los políticos de este país”. Según él, Santos fue “el presidente de Odebrecht”. "No era jugador de póker, sino de parqués", dijo el propio Benedetti, dolido por sentirse traicionado tras haber trabajado por su reelección. Hoy, ha encontrado su lugar en la izquierda de este país. A pesar de sus escándalos por maltrato familiar, su adicción al alcohol y las investigaciones por corrupción, es quien hoy maneja la política del gobierno. Como dicen incluso algunos petristas, "es quien se ha puesto la 10" para manejar las relaciones con los partidos y visibilizar las obras de un gobierno que ha estado más en campaña que en gestión real.
Eduardo Montealegre, abogado del presidente de la cuestionada Saludcoop y exfiscal general de la Nación, es el arquitecto jurídico de la estrategia constituyente. Desde su visión legal, muchas veces criticada por su ambigüedad, ha dado forma a las tesis que buscan justificar iniciativas como el "decretazo". Antes de ser fiscal, trabajó como abogado de Saludcoop —una EPS implicada en un desfalco superior a 1.4 billones de pesos—, por lo cual recibió honorarios de más de 3 mil millones, generando serios cuestionamientos éticos. Durante su paso por la Fiscalía, fue vinculado al escándalo del "cartel de la toga"; si bien no fue imputado, su cercanía con magistrados involucrados y su firma en contratos con ellos levantó sospechas. Considerado por algunos como un jurista brillante, Montealegre también es visto como alguien que ha usado su conocimiento legal para validar maniobras políticas discutibles. Hoy, es un alfil clave del gobierno de Petro.
Alfredo Saade, por su parte, ha militado en diversas corrientes políticas: fue cercano a Cambio Radical, luego al Centro Democrático, y finalmente recaló en el Pacto Histórico. En la consulta interna de 2022 apenas obtuvo votos, presentándose como “cristiano progresista”. En paralelo, contrató con la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (UNGRD) por más de 257 millones de pesos, sin evidencias claras de su gestión. En un cabildo en Barranquilla, pidió públicamente que Petro cerrara el Congreso y buscara la reelección, lo que desató rechazo institucional. Fue designado para liderar el plan de agua en La Guajira, pero la Corte Constitucional tumbó tanto el decreto como su nombramiento. Ahora, Petro lo nombra jefe de Gabinete, en un gesto que algunos interpretan como simbólico: “un pastor sin iglesia que asegura haber conocido a Cristo en Petro”.
Estos son los tres alfiles del gobierno de Petro: Benedetti, el alfil político; Montealegre, el alfil jurídico; y Saade, el alfil administrativo y mediático. Tres figuras cercanas, cuestionadas, pero leales. Voceros de una nueva forma de gobernar basada más en la plaza pública, el ruido mediático y la confrontación, que en la institucionalidad.
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