sábado, julio 05, 2025

Santa Marta la ciudad estancada y atascada

Santa Marta está próxima a cumplir 500 años, una celebración que debería ser motivo de orgullo y para la cual los samarios deberíamos prepararnos. Sin embargo, en 500 años de historia, la ciudad no parece avanzar ni haber crecido; se percibe estancada y atascada. Hoy, atraviesa una de sus peores crisis de seguridad, la eterna escasez de agua, y por si fuera poco, la notable falta de cultura ciudadana que caracteriza a los habitantes de la ciudad más antigua de América.


El aeropuerto, por ejemplo, debería haber evolucionado. Es una terminal aérea que se quedó en el pasado, con remodelaciones superficiales pero sin arreglos de fondo. Su pista es pequeña, lo que impide el aterrizaje de aviones de mayor capacidad y, en muchas ocasiones, resulta riesgosa, con incidentes que terminan en accidentes como el recordado caso de Aerorepública. Actualmente, la alcaldía trabaja en la rehabilitación de la vía de acceso a la terminal, una obra que lleva más tiempo del previsto y cuya fecha de finalización aún no se vislumbra. El 13 de noviembre de 2024, el alcalde Carlos Pinedo Cuello y la EDUS confirmaron el inicio de la obra, proyectando un tiempo de ejecución de ocho meses, con una conclusión estimada para junio de 2025, lo cual no ocurrió. Los trancones para acceder a la terminal son interminables, y el método de "pare y siga" genera largas filas de vehículos que impiden un acceso oportuno. Una obra, como muchas en el sector público, marcada por demoras y sobrecostos. La terminal se congestiona en festivos y vacaciones; en junio de 2024, alcanzó el 180% de ocupación en salas de espera, generando quejas por calor y falta de sillas.

Santa Marta fue la séptima ciudad más violenta del país entre las 23 principales, con una tasa de 34.6 homicidios por cada 100.000 habitantes, frente a la media nacional de 25.3. El conflicto entre grupos delincuenciales afecta especialmente el área metropolitana y las zonas rurales, con al menos 89 homicidios en Santa Marta durante el primer semestre de 2025, debido a disputas entre estructuras como el Clan del Golfo. El Informe del CCSPJP (México) llegó a calificar a Santa Marta como "la más violenta de Colombia", con 45 homicidios por cada 100.000 habitantes, una cifra que las autoridades locales cuestionaron por incluir municipios aledaños.

Santa Marta enfrenta una crisis estructural del agua, manifestada en cortes prolongados, infraestructura obsoleta, mal manejo de sedimentos y falta de planes efectivos. Gran parte de las redes de acueducto y alcantarillado son antiguas, están mal mantenidas o son inadecuadas para la demanda actual. Las plantas de tratamiento y estaciones de bombeo tienen capacidad limitada y fallan con frecuencia. Santa Marta ha experimentado un rápido crecimiento poblacional y turístico, sin una expansión proporcional en los servicios públicos. Más de 120 barrios no tienen conexión formal al acueducto y dependen de carrotanques o pozos artesanales. Las fuentes principales (como el río Manzanares, el río Piedras y las quebradas de la Sierra Nevada) tienen bajo caudal, están altamente sedimentadas y afectadas por la deforestación. No existe un embalse o sistema de almacenamiento robusto. La crisis del agua en Santa Marta no se debe solo a la falta de lluvia, sino a años de abandono estatal, crecimiento sin planificación, falta de inversión, mala gestión y presión ambiental. Un abandono que durante doce años no mostró avance, mientras algunos se enriquecían con un discurso de odio que no generó progreso para la ciudad.

El SETP (Sistema Estratégico de Transporte Público) opera más de 500 vehículos en 23 rutas, incluyendo buses y busetas azules que cubren toda la ciudad. Buses que fueron pintados por fuera y mantienen el mismo mal servicio de toda la vida. Uno de los problemas de la ciudad es la movilidad, con trancones constantes y cierres viales por protestas. La vía que comunica con el oriente de la ciudad, Bonda y Riohacha, vive colapsada por la mala cultura vial y la cantidad de tráfico que se mueve, especialmente los fines de semana. Esta ruta lleva años pidiendo a gritos una doble calzada o una solución definitiva, con oídos sordos y miradas ciegas que incluyen a las gobernaciones de los Cotes y del clan Caicedo.

En Santa Marta, la gente no respeta la señalización y la semaforización. Las líneas de cruce peatonal no se pintan desde hace años, y no se arreglan huecos ni desniveles que causan accidentes, sobre todo para motociclistas. Se percibe un abandono estatal, sin autoridades de tránsito que pongan freno, por ejemplo, a las motos y a quienes conducen en estado de embriaguez, en una ciudad pequeña donde reina el caos y el desorden. No hay con quién ni cuándo actuar. En la ciudad, se deberían promover controles aleatorios de alcoholemia y uso de casco, así como una mejor iluminación en las avenidas principales y pasos peatonales.

En definitiva, Santa Marta es una ciudad estancada en el pasado y atascada por los políticos, aquellos que solo ven la forma de "vivir sabroso", antes y ahora, mientras la gente de la ciudad sigue eligiendo a los mismos de siempre.


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