Latas retorcidas circulan hoy día por las calles intransitables
llenas de motos en la ciudad de Santa Marta, servicio público acostumbrado al
menudeo y a la guerra del centavo, a detenerse le hasta a un mosquito. Rutas inexistentes de verdadero
servicio de transporte en una ciudad que está a pocos años de cumplir su Quincentenario, cosas que pasan en un pueblo gobernado
por quien supo ganar las elecciones con un apoyo tremendo de parte del pueblo,
pero que lo traduce en planes y más planes, sin tener obras aun construidas.
Luego de esta introducción
veamos si es justo que se proponga por parte de la alcaldía hacer un
ajuste a las tarifas del servicio público de Santa Marta. Dirán que la
gasolina aumenta que los repuestos están más costosos, que
hasta en el aumento suponemos que le meten lo que tienen que pagarle los
buseteros a los que piden vacunas. Pero en definitiva ese problema no es del
que se sube a una lata retorcida llamada busetica, y debe recorrer la avenida
del libertador, pasando por el mercado y la playa para llegar al Ocean Mall.
Recorrido de por más estúpido, ilógico e irrisorio en una ciudad
pequeña que apenas empieza a crecer siente que no está organizada para eso.
Aumentarle 200 pesos al servicio de
transporte, y 300 en domingos y festivos parece más un favor
a algún concejal que cuente con un emporio transportador, más que
algo justo. Porque la ciudad no da para eso, no existen rutas
definidas que no pasen por la playa o por la cr 5ta, y eso que hace 7
años salí de Santa Marta y al regresar sigue igual el servicio de
transporte. Llenas las calles de moto taxistas, de esos señores que
les toco recurrir al empleo informal en pleno gobierno del gran
colombiano.
Las calles rotas, la gente sin cultura
vial, las buseticas en pleno corre corre, incomodas por naturaleza, las busetas
grandes que siempre pasan por la playa y que acomodan a la gente en manadas los
domingos para que se pueda ir al Rodadero o a las playas del aeropuerto.
Ni que decir de los amigos de la mancha
amarilla, taxistas abusivos que se valen del precario y a veces escaso servicio
que prestan para incrementar las tarifas a su acomodo, y cuando consideran, así
como suena: de acuerdo al marrano.
A todas estas consideraciones, es claro
decir que el mundo en el que se vive en Santa Marta es como la canción del Chávez
del vallenato, un mundo de Cartón, ideal para algunos, mentiroso para
muchos y torpe para el pueblo. Sin lugar a dudas, no hay que ser adivino o crítico
para entender que antes de pensar en aumentar tarifas de buseticas o de
carreras de taxis, lo mejor es organizar el transporte público, hacer una reforma
que incluya creación de nuevas rutas, para una ciudad pequeña al extremis, que
se respeten las normas de tránsito y claro que se cuente con un parque
automotor a la altura de una ciudad de 500 años, no más de las mismas latas y
buseticas oxidadas.
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