En los últimos años, Colombia ha sido testigo de fenómenos políticos marcados por figuras como Álvaro Uribe Vélez y, actualmente, Gustavo Petro. Ambos lograron un lugar prominente en el espacio político por razones específicas: Uribe prometió liberar al país de la guerrilla en un momento desastroso a principios de los 2000, mientras que Petro ofreció un cambio de política tras la presidencia de Iván Duque. En definitiva, son dos personajes que llegaron al poder con discursos populistas que resonaron con las demandas de cada momento histórico.
Uribe, partidario de la tesis del "estado de opinión", gozó de índices de popularidad superiores al 80% durante sus ocho años de gobierno. Hoy, sin embargo, vive sus horas más oscuras, ad portas de recibir el fallo en el juicio por presunta compra de testigos. Quizás el delito que menos imaginó lo tiene al borde de una sentencia condenatoria y, posiblemente, de convertirse en el primer expresidente de Colombia en ir a la cárcel.
Por su parte, Petro prometió un cambio en medio de un estallido social, mientras el entonces presidente Iván Duque —hoy conocido por su faceta de DJ— presentaba su propio programa de televisión. En esa época, Petro criticaba los viajes de Duque al exterior y el uso del avión presidencial para movilizar a sus hijos a una fiesta de cumpleaños en Panaca. La realidad es que Petro ha demostrado ser un excelente opositor y, lamentablemente, un gobierno perjudicial para el país. Todo lo que criticaba ha terminado siendo su condena, y como dice el adagio popular, "la lengua es el azote del culo", en este caso, el de Petro.
Para estos personajes con figuras mesiánicas, el pueblo parece estar por encima de las leyes y la Constitución. Uribe logró modificarla para reelegirse, y hoy Petro busca una constituyente que le permita cambiar el equilibrio de poderes, el cual ha frenado su "desquiciado plan" de transformaciones profundas para el país. Esto incluye una reforma a la salud que, según él mismo dijo con su "chu-chu-chu" en una entrevista con Daniel Coronel, promete acabar con lo poco que aún funciona y ya está deteriorado.
Actualmente, Gustavo Petro se ha lanzado en una cruzada contra Thomas Greg & Sons, llevando al país al borde de quedarse sin la expedición de pasaportes. Esta situación le ha costado el cargo a tres cancilleres en menos de tres años, un récord para un gobierno que se caracteriza por todo, menos por saber gobernar. En esta misma cruzada, Petro afirma que el operador logístico que participó en su elección y en la que el Pacto Histórico obtuvo la mayor votación al Senado en 2022, no le pareció transparente. No obstante, a Petro, como a otros líderes de izquierda, siempre le ha gustado inventarse enemigos. Esto lo sabe bien Carlos Caicedo en el Magdalena, quien provocó una disputa con Metroagua hasta sacarla de la ciudad, para luego afirmar que los "clanes del Magdalena" tenían al departamento sumido en el atraso. Hoy, Caicedo mismo ha establecido su propio "clan", entregando poder a familiares y amigos cercanos cual herencia. Y el servicio de acueducto de la ciudad nuna mejoróm por el contrario, logró crear una empresa lalmada ESSMAR que supo quebrar bajo sus gerentes.
Socavar la democracia consiste precisamente en buscar enemigos donde no existen para el país, sino para los mesías como Uribe y Petro. Son personajes minúsculos ante una historia de odios y desunión en Colombia, individuos que le han hecho daño al país y que no pueden volver a colocar presidente en 2026. Si esto sucediera, estaríamos condenados a un olvido que nos definirá.
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