La situación del país es muy difícil, atacado por el COVID y
por la mala gestión de un inútil convertido en presidente por su mentor. Un
mentor que tiene al país dividido entre quienes lo adoran y quienes lo odian.
Un país que está sumido en un verdadero caos fruto de las consecuencias que se
producen por no ser Venezuela, aunque cada día nos parezcamos más al hermano
país.
El
llamado de centrales obreras, de políticos de oposición, influencer, artistas,
famosos y hasta de gobernador y secretaria del gobernador a marchar y protestar
no debería ser oído en estos momentos. Y no precisamente porque sea yo un fiel
seguidor del presidente o de sus políticas Uribistas, no, ni mucho menos.
Simplemente porque la situación del mundo nos llama a la cordura. Vivimos tiempos
difíciles, tiempos en los que falta mucho en el corazón de las personas, pero
sobre todo tiempos en los que la gente perdió el miedo y entiendo que tienen el
poder y no los gobernantes que compran el voto o engañan como lo han hecho
siempre.
La
pandemia y la gestión de Duque al frente del país ha traído más miseria,
pobreza absoluta, se han roto los valores y la decencia entre políticos y
ciudadanos, no hay respeto, pero sobre todo se ha generado la anarquía que solo
pueden disfrutar los bandidos y delincuentes. Esa que al caer la oscuridad se
presenta en forma de turba y encapuchados que llegan almacén por almacén
haciendo de las suyas. Y el pueblo en el medio de dos bandos, el gobierno y los
vándalos.
La
prudencia es una virtud que debemos entender o aceptar, no todos la tienen. Y
eso hace que las nuevas generaciones solo sepan despertar de un letargo del que
no lo hicimos antes, los gobiernos de Colombia han hecho con el pueblo lo que
han querido, y esta generación ha despertado indignada, no ha importado
pandemia, no importa que las autoridades tengan toques de queda para contener
el COVID, No, el miedo a la enfermedad lo han perdido, porque tienen más miedo
a los políticos como Uribe y su cachorro Duque, y eso hace que las mayorías se
lancen en contra de este gobierno, tan en contra que no se entiende aun cuando
podrá tener final este caos en el que nos encontramos. La pandemia ha
demostrado que el ser humano es frágil, pero a la vez fuerte, llaman a la
resistencia en las marchas y a su vez sufren por los vándalos que se infiltran
y manchan lo que a muchos nos parece una buena oportunidad para darle un giro
al país.
Es
inadmisible que en esta época difícil exista un gobernante capaz de invitar a
marchar, que ponga a disposición toda su maquinaria, su red de contratistas con
camionetas y banderas naranja y que salgan por las calles a protestar en contra
del gobierno de Colombia. Eso no está bien para quien ostenta cargo de
autoridad, pero es lo que ocurre en Colombia. Y en la euforia que les produce
sentirse libres como el viento son capaces de rayar las paredes de la
universidad del Magdalena, tildándola de Uribista. Esa universidad en la que yo
me formé, de la que estoy seguro que fue más de Uribe cuando el mismo
gobernador era rector que hoy día. Sin embargo, envían a muchachos que no
conocen la verdadera historia de quienes marchamos muchas veces para pedir que
la Universidad no se politizara y hoy ese mismo personaje la quiere politizar.
Come
mierda un país que es capaz de asesinar a personajes como Lucas Villa en
Pereira, ejemplo de resiliencia, pacifista, bailaba en el paro que otros
convocan desde la comodidad de su escritorio en el congreso o en el despacho de
un gobernador alcalde, y lo luchan y pelean aquellos que quieren un cambio en
el país. El verdadero cambio no será sino hasta que entendamos que se debe
elegir a los gobernantes que no dividan, no debemos elegir a los políticos de
mierda de siempre, esos que compran el voto en elecciones, o aquellos que con engaños
y miedo nos gobiernan hace más de 20 años. El verdadero cambio del país llegara
no con marchas, no con turbas violentes, llegara el día que sepamos elegir a
quienes nos gobiernan, y que esas personas lo primero que deben tener es un mínimo
de decencia. No ser polarizantes, porque el país está cansado de tantas muertes
que llegan al caer la noche, en momentos en que la pandemia pasó a un segundo
plano. Es lo que esperaban Duque y Uribe, que el desgaste del paro y los actos vandálicos
causen indignación en la gente, y así se olvide de los asesinatos por
paramilitares armados que salen en camionetas cual ruta de la muerte ni que
decir de los abusos policiales que siguen ordenes de Uribe. El país continúa incendiado
y no hay decencia o cordura en los líderes, seguimos en medio de dos bandos, y
el pueblo solo quiere un cambio. El problema es que los tiempos difíciles no
nos hacen saber qué cambio es el que se quiere, o mejor dicho, hasta cuando será
esta situación terrible de muerte, desolación y saqueos.
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