Quien
no conoce su historia está condenado a repetirla, y es lo que por décadas de
horror hemos vivido en Colombia, aunque nos enseñen la historia el terror y las
malas decisiones nos persiguen. Hace 35 años, Colombia vivió uno de sus capítulos
más oscuros y tenebrosos en medio del conflicto armado. La guerrilla del M-19
se tomaba el palacio de justicia un 6 de noviembre de 1985. Para desviar la
atención del país, el entonces presidente conservador Belisario Betancur,
ordenaba a la famosa Noemí Sanín que emitiera en señal abierta el primer
partido de los cuadrangulares de aquella época entre el ciclón bananero y los
millonarios. Partido que se juagaba a menos de 10 kilómetros de donde ocurría
una completa masacre y donde se perdía el orden jurídico, el estado de derecho
y donde no se respetaron los derechos humanos de nadie.
El resultado fue más que anecdótico
ante el episodio de la toma del palacio de justicia, el segundo gol de
Millonarios convertido en fuera de lugar por Juan Gilberto Funes, no lo celebró
nadie. En el Campin apenas había cinco mil espectadores y, afuera, la ciudad
era un cementerio frío de calles vacías en donde se oían, a lo lejos, los
ruidos de las sirenas y los cañonazos estrellándose contra el Palacio de
justicia.
La indignación acumulada han
hecho que el país viva una ola de manifestaciones en su mayoría pacíficas,
paros y bloqueos que han hecho que la represión por parte del estado sea total,
la indignación mundial por lo que sucede con el gobierno de Duque, un tipo
principiante, mitad roquero, mitad mensajero, han hecho que estalle una bomba
de tiempo en medio del inconformismo de la ciudadanía. “Es una policía muy
buena para la guerra”, dijo Óscar Naranjo quien fuera comandante de la policía
y el mejor policía del mundo. Duque llegó al poder con la promesa de acabar con
el proceso de paz firmado por Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, y
lo hacía más desde los mensajes y deseo de su jefe que desde la convicción que podía
tener quien no tiene nada, no tiene capital político ni mucho menos experiencia
para dirigir a un país con tantos problemas sociales y económicos.
Queriendo demostrar poder y
control el alcalde de Barranquilla se atrevió a permitir el partido de futbol
entre Junior y el river plate de argentina, a pesar de las amenazas de quienes
estaban en un paro en medio de las olas de protestas del país que exigían que
no se realizara el encuentro. El resultado fue de nivel internacional, un espectáculo
transmitido por ESPN, comentado por periodistas argentinos que no entendían
como se autorizaba el circo que estaba pasando, mientras Borja anotaba el
primer gol del partido en la calle 72 estallaban gases lacrimógenos y papas
bombas, en una batalla campal de quienes se levantan y protestan contra un
estado derrochón con los más pudientes y poco doliente con muchos en una
pandemia que agudizo la situación social del país.
Barranquilla vivía una noche de
terror y futbol, los gases del ESMAD lograron detener el partido por un breve
espacio y nadie en su sano juicio entendía como el alcalde de Barranquilla permitía
realizar el circo que se vivió. Sobre todo la imagen que quería transmitir de
poder y tranquilidad cuando Pumarejo afirmaba que el partido se hacía porque se
hacía. La batalla campal terminó con el partido a las 9 de la noche, las calles
del norte quedaban llenas de toneladas de piedras y desechos, la imagen
internacional de la ciudad donde nació Shakira quedaba por el piso, y el
resultado anecdótico como el de aquel 6 de noviembre, River plate le empató a
un mezquino Junior que se dedicó a mantener un uno a cero, mientras la policía
y los manifestantes se enfrentaban y dejaban la sensación de vivir en un país
que poco importa la vida humana y más importa el circo del futbol, y más cuando
el dueño del equipo es el jefe del alcalde de la ciudad.
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