En la historia colombiana reciente, no se había tenido un presidente tan cercano a la simbología guerrillera como el exmilitante Gustavo Petro. Él le ha otorgado a los grupos armados garantías y beneficios por parte del Estado que parecen facilitar su reorganización, devolviéndonos a la época de Andrés Pastrana. En los años 90, Pastrana entregó gran parte del territorio a las FARC, permitiendo que se fortalecieran; esto, irónicamente, pavimentó el camino para que un polémico Álvaro Uribe llegara a la presidencia con el discurso de acabar con la subversión, una meta que nunca logró plenamente.
Lo que ocurre actualmente con el ELN y sus paros armados —que paralizan la vida del ciudadano de a pie— es responsabilidad directa del gobierno de Petro y su "Paz Total". Petro, aferrado a un "efecto teflón" similar al que blindaba a Uribe en su momento, parece estar maniobrando para poner a su sucesor, imitando el estilo del líder del Centro Democrático. Hoy, los nuevos "shakiros" de Colombia son los seguidores del petrismo, a quienes parece no importarles que el ELN dicte cierres de vías o restrinja el tránsito, regresándonos a la inseguridad de comienzos de los 2000.
Recientemente, antes del paro armado, el presidente se refirió a los miembros del ELN como "hermanos": "Al ELN le digo: hermanos, hermanas... hagan la paz ya; no hay nada que esperar". Para sus seguidores más radicales, Petro es un "ser de luz" capaz de redimir a figuras como Armando Benedetti, a quien hoy defienden a pesar de los escándalos por los 15 mil millones de la campaña. Petro, en esa faceta de perdón selectivo, se asemeja a Uribe: dos extremos nocivos que hoy disputan el afecto de un electorado confundido. Como diría Poncho Zuleta a Nicolás "Remolacho" Petro en parranda: "Se volteó la torta".
Mientras Petro enfatiza la "fraternidad nacional" en eventos públicos, la realidad en regiones como el Catatumbo es de crisis absoluta. En medio de esta fallida "Paz Total", surge la figura de Iván Cepeda, quien lidera las encuestas presidenciales sin un contrincante de peso, a pesar de sus históricos cuestionamientos por la defensa de personajes como Santrich o Iván Márquez. Mientras tanto, Petro se refugia en la victimización y el crecimiento de una burocracia masiva, mientras las organizaciones criminales extorsionan y "viven sabroso", esperando que la sucesión presidencial perpetúe la debacle de seguridad que hoy asfixia al país.
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