El proceso
de paz que firmó hace 4 años el gobierno de Juan Manuel Santos, ha sido un gran
paso en busca de la paz en un país cansado de tanta barbarie, muertes y dolor.
En ese proceso se buscaba ante todo la verdad para las víctimas, se buscaba
ponerlas por delante, se buscaba la verdad del terror que vivimos en Colombia
durante esos 50 años de conflicto, 50 años matándonos como colombianos, muchos
obtusos mentales no lo entendieron, al final se piensa muchas veces con el hígado
y no con la razón. Ya eso lo sé.
Esta semana se destapó en el
congreso el complot organizado por el peor fiscal de la historia colombiana, el
personaje más oscuro que fue capaz de llegar a tan alto cargo increíblemente de
la mano de Juan Manuel Santos, el presidente que se la jugó por la paz y fue
capaz de ternar a quien terminó lapidando el proceso con sus discursos,
mensajes y montajes. Al final Néstor Humberto toda la vida ha sido el estafeta
de los poderosos, a esos que tal vez no les servía que el país conociera la
verdad. Y así de esa forma el mismo Santos, el precursor de los acuerdos se
hizo un harakiri.
El actual gobierno desde
campaña buscaba colocar en la órbita política el mensaje de que el proceso de
paz había sido un fracaso, y a mí no me cabe todavía entender cómo poner fin a
los asesinatos y guerra entre colombianos podía serlo, pero en el país que se
vota NO a la paz cualquier cosa podemos creer. Sin embargo no quedaron
tranquilos hasta llegar al poder y poner patas arribas ese maldito papel
llamado acuerdo de paz, como lo llamaba el condenado corrupto y pensador del
centro democrático Fernando Londoño. Hacer trizas la paz se trataba de no
implementar, de no cumplir lo acordado, de permitir que volvieran las masacres
de los años 90 y 2000, se trataba de hacer creer al país que lo acordado fue
entregarle el país a Timochenko, como muchos Uribistas repetían, y un país que
se volvió doliente de tanta barbarie de las FARC entendía que así era.
Olvidamos pensar en lo más elemental, en las víctimas del conflicto y en los
que verdaderamente ha vivido el infierno cruel de la guerra.
Por otro lado trabajaba Néstor Humberto
en tender una trampa a dos guerrilleros imbéciles, quienes no terminaron de
entender la oportunidad que el país les estaba brindando, esos delincuentes se
sintieron timados por el estado y el fiscal general. Iván Márquez y Santrich
tan acostumbrados a delinquir vieron que debían morir en su ley, y así gracias
al montaje demostrado del entonces fiscal Néstor Humberto, renunciaron al
acuerdo de paz y desde la clandestinidad preparan lo que llaman el resurgir de
la violencia en el país. Esa violencia que no ha parado en el actual gobierno,
y en el que las masacres diarias ya no escandalizan, estamos tan acostumbrados
al olor a sangre que preferimos ver a Duque haciendo pinolitas o posando para
la foto en San Andrés y olvidar lo cruel que resultó ser que hicieran trizas la
paz.
Hoy el acuerdo de la Habana
tambalea, agoniza ante la mirada estupefacta de la comunidad internacional, a
la que el mismo Duque sale a pedir recursos y que luego al volver a Colombia
habla de acabar con la JEP. Ese es el país de Uribe, el universo soñado de
quienes no resisten la verdad que tienen para contar los actores de un
conflicto que ha costado muchos litros de sangre de colombianos.