En la carretera que comunica a Santa Marta con Barranquilla hay
apenas 91 Kms, de esos en el trayecto se contabilizan 5 cámaras de control de
velocidad, tres de estas en apenas 40 kms de viaje, en donde se nota a leguas
que la intención es cazar al desprevenido que exceda la velocidad en esos
sectores. Sin embargo, y pese a pagar la módica suma de 22800 pesos en menos de
46 kms, se nota la ausencia de normas o controles que regulen el tráfico en una
de las carreteras más peligrosas del país.
Por más que esté como una cinta
asfáltica reluciente, en este tramo pierden la vida muchos colombianos por las
imprudencias de otros tantos que creen que la velocidad en esta carretera es un
requisito, pero sobre todo de aquellos que no tienen sentido por la vida,
cuando de manera desmedida o consciente invaden el carril contrario a altas
velocidades, lo hacen en plena curva o en las pequeñas rectas que se encuentran
entre peaje y peaje. Es ahí, justo en ese sector donde no existe regulación por
parte de autoridad alguna y todo queda a la de Dios y a la de la gobernación
del Magdalena, que con cámaras y las cámaras se llena sus arcas todos los
días.
He visto a lo que la muerte
llama en esta carretera, hace algunos años presencie en vivo y en directo el
dolor que produce un accidente, así no se conozca a quien muere, pero ver a la
persona entre las latas retorcidas de un viejo carro, solo puede dejar en el corazón
y en la cabeza el olor a muerte, más en un tramo que se transita con tanta frecuencia
en mi caso, y en el que solo al tocarnos muy cerca un accidente volvemos
a sentir lo que es el dolor, lo que es vivir de cerca algo a lo que nos
enfrentamos los que transitamos por esa vía tan peligrosa en la que no existe
seguridad y no se cuenta con la autoridad.
Ver como luego de tres horas de
que ocurra un accidente tan doloroso, la carretera se congestiona, y
demorar dos horas y media en un trayecto que toma normalmente 35 minutos, todo
porque en este país del sagrado corazón existe la ley del hampa, la ley del más
vivo, la ley que seguimos a quien le roba los platanitos y ordena al que no
gobierna, al que le da en la cara marica, ese mismo discurso asqueroso que nos
carcome como sociedad y hace que se invada el carril contrario o se corra a 80 kilómetros
por hora por el lado derecho, todo porque no pueden esperar y hacer la fila
como lo hacemos quienes aún tenemos un mínimo respeto por la ley, ley que esta más
que ausente en el país del gran Colombiano.
Entre peaje y peaje, no se paga
seguridad vial, se paga por transitar en un tramo mal construido, hecho sobre
una reserva ambiental como lo es el parque natural isla de salamanca, ese con
el que han acabado y que sigan acabando día a día con las quemas, ese en el que
tiraron miles de millones para solucionar el problema del kilómetro 21, en el
que curva tras curva se enfrenta o se juega la vida con la muerte, y más con
licencia para morir, porque toca pagar dos peajes en tan corto trayecto.
Perlas
- Fuerza a las familias que han puesto muertos en este trayecto tan peligroso.
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