La forma en la que el sistema de salud está diseñado a partir de la ley 100, permite cosas que otra sociedad medianamente consiente saliera a reclamar y a pedir justicia, cosas como el paseo de la muerte, o el hecho de que una persona que no tiene empleo debe sacar de donde sea y no se sabe como la módica suma de 208 mil pesos para cotizar al POS y a su vez asegurarle a los fondos privados de pensiones la cuotica que les ayude a pagar la pensión mensual de quienes ya lograron el hito de pensionarse.
No es posible que quien se enferme o se accidente y no tenga el dinero para hacerse una resonancia o un TAC, queden a la deriva en un país que derrocha dinero en la Habana o que da cuotas a los parlamentarios para que apoyen las decisiones del gobierno en momentos críticos y de acuerdo al interés del presidente de turno.
Pasar por las urgencias de las clínicas y verlas abarrotadas, tan llenas como la plaza de mercado un fin de semana y tan pobres como ellas mismas. Servicio malo y prestado a costillas de quienes sí pagan el 8% de su salario y que luego al entrar al sistema deben volver a cancelar las llamadas cuotas moderadoras, como si enfermarse fuera una decisión del paciente, o tal vez entendiendo desde el
Gobierno que la mina de oro está virgen y por explotar, porque lo únicos seguro en la vida es que todos vamos a morir en algún momento, y que mejor que sea aportándole al sistema.
Diferencias que se ven en la atención cuando se tiene un carnet con la llamada medicina Prepagada o pólizas de salud, pólizas que cubren atención pero no medicinas, porque allá el médico si receta lo que realmente lo va curar.
Definitivamente este sistema de salud grita como un náufrago en una isla desierta, SOS, un grito desesperado que nadie escucha, porque así como el naufrago y quedo a la deriva en el mar, está el llamado POS en Colombia a la espera de más clientes llamados pacientes.
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