Es un negocio estar en la segunda categoría, es un abuso contra la hinchada, pero sobre todo es decepcionante y un exabrupto que este equipo año tras año solo sirva para matar las esperanzas de un pueblo y quizás para seguir perdiendo seguidores que ven en otros equipos de fútbol, modelos de gestión y resultados que no encuentran en el equipo de la tierra.
No hay proceso, no hay jugadores, no hay técnico, no hay dueño, y no lo puede haber en una empresa llamada equipo de fútbol que es dirigida desde la carcel, allá a donde deben ir los técnicos y miembros de una pantomima llamada junta directiva a pedir autorización para hacer o deshacer.
El precio de la B para el unión, pasa por contar con la fortuna de ser miembro fundador de la Dimayor y por eso tener beneficios que otros equipos que han subido a primera no tenían. Pero que el Unión ha sabido manejar en perfil bajo, eso para no hacer notar que es un negocio vivir en la B, viaja por medio aéreo, se hospedan en buenos hoteles y de las transmisiones de televisión tienen mejor porcentaje que un Leonés de Turbó.
Lanzó una propuesta para la Dimayor y para la poca decencia que le queda a estos clubes que fueron algún día de la A y hoy son amos y señores de los estadios de la B, equipo que tenga más de 3 años seguidos en la segunda división pierda los beneficios que le da ser miembros fundadores de la Dimayor, que se pierdan los viajes en avión, que el hospedaje sea en hoteles de máximo dos estrellas, que no tengan transmisión de televisión y que se les prohíba colocar el valor de la boletería superior a 10 mil pesos. A ver si de esa manera se pellizcan y buscan la forma de subir.
La negligencia en este equipo y el desorden administrativo es tal que se les olvidó que un jugador estaba suspendido por tener 5 tarjetas amarillas, se les olvida a todos, al técnico, al gerente, al mismo jugador y digámonos también, a la prensa de Santa Marta, prensa que acompaña a un equipo muerto sin alma y sin fútbol, y que solo tiene hinchada que pudo construir de generación en generación, más por amor a la camiseta que por resultados.
Otro año más, seguramente la misma historia de nunca acabar, los mismos jugadores traídos del valle o de afuera de la ciudad, al frente un técnico incapaz de subir o de gestionar un vestuario y el resultado una ciudad cuna del fútbol en Colombia sin estadio y sin fútbol profesional, el precio de la B para el Unión Magdalena lo pagamos los samarios.
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